Es muy común encontrar que muchas empresas no realizan un correcto análisis de rentabilidad y por lo tanto no conocen su verdadero punto de equilibrio. Tristemente, la dirección “asume” un punto de equilibrio que frecuentemente está muy lejos de la realidad, y por lo tanto se toman decisiones que poco o nada tienen que ver con la verdadera situación del negocio. La raíz de esto es frecuentemente que no se sabe distinguir entre costos fijos y variables.
Los costos fijos son aquellos que un negocio incurre, independientemente del nivel de ventas que se tenga. Es decir, esa cantidad será aproximadamente la misma si en un determinado período las ventas se duplican, se reducen a la mitad o incluso si no hay venta alguna. Por ejemplo, tenemos el alquiler de los locales o los medios de producción, los sueldos fijos, y los seguros de protección de bienes raíces.
Los costos variables, en cambio, son aquellos que varían de manera prácticamente proporcional a las ventas. Si las ventas se duplican, los costos variables aumentarán aproximadamente en la misma proporción. Un ejemplo es la materia prima: Si nuestro producto son “uniformes escolares”, necesitaremos incurrir en un mayor desembolso de telas, hilos y botones conforme las ventas se incrementen. Las comisiones de ventas son otro buen ejemplo de este tipo de costos.
En el siguiente veremos la importancia que tiene la clasificación correcta de costos para determinar el punto de equilibrio.
Autor: Jorge Félix García